Estaba rabioso.
Todos la miraban, ¡¡todos!! ¡¡Y ella parecía no darse cuenta!! ¿¿Cómo podía ser tan tonta??
Se acercó más a ella, agarrándola de la cintura posesivamente mientras hacía que parase de andar ; necesitaba tomar aliento y tranquilizarse.
- Ôtani... ¿Qué te pasa? - le miró confundida, y le dió un vuelco el corazón.
Se sobresaltó al ver cómo Ôtani miraba de aquí para allá, enfrentándose a los chicos que pasaban por allí cerca.
"*¿Miradas celosas?* ¿En serio? No puede ser..."
El pensamiento la hizo feliz, pero se obligó a bajar de su nube.
"Que no puede ser..." - pensó mientras seguía preguntándose qué pasaba.
De repente, él tiró de ella, localizando un banco de madera para viandantes. La hizo sentarse sin explicaciones, y movido por un salvaje resorte, le dió un beso que primero fué dulce, tierno, y que aumentaba peligrosamente de nivel cuando empezó a mordisquearle los labios.
No le daba cuartel, ni la dejaba respirar, y cuando creía que desfallecería, él se separó, se giró hacia los que miraban la escena aturdidos o celosos, y espetí co fuerza :
- ¡¡Es mía, que os quede claro!! ¡¡Dejad de mirarla así, sólo YO puedo!!... - del canijo surgió una voz atronadora y agresiva.
La estiró del brazo suavemente para echar a andar de nuevo, y una sonrisa algo más tranquila y confiada se abrió paso en su rostro.
Mientras, Risa temblaba de emociones... Ôtani era todo un hombre.
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